Confieso, sí, voy a confesarlo todo, absolutamente todo,
mis abrazos, mis poemas, mis letargos,
el desatinado mundo de mis antojos,
la desconstruida prudencia de mis quebrantos.
Confieso, sí, he pecado y voy a contártelo todo,
te diré uno a uno todos los asaltos a mi conciencia,
abriré para ti el baúl oscuro de mis errores,
y clamaré la inmerecida clemencia de los perdones.
Y si lo pides me miraré al espejo
sin tintes en el pelo ni carmín en los labios,
sólo el flameado reflejo de mis años
vestidos de rezos y del ocaso.
Y si lo pides, sí… si tan solo tú mi amor me lo pides,
reconstruiré para ti cada beso roto en mi demencia,
y en esta confesión siniestra e incolora,
anudaremos la culpa y la disculpa en una sola muerte.
Se perderá la rienda negra de la riña
y entre las manos tuyas y mías,
un nido aéreo asomará de nuevo,
limpio, renovado, frugal y siempre bueno.