A todas las letras hermanadas en palabras,
a todas las palabras fundidas en versos,
a todos los versos desvanecidos en silencio
a todos los silencios.
Hay un muro dibujado de ojos que miran,
desde la quietud de su limbo color sepia,
ojos que aquí ya no están y, sin embargo,
transmiten la gran incógnita de lo que fueron.
Cruzan mares, cielos y montañas,
despertando dolor, rezo y campana,
invocando indignación, pena y palabras.
Hay un muro dibujado de ojos que miran
lentos como un reloj de arena,
ojos que allí quedaron sin estar,
nos remiten a historias perdonadas.
A todos los huecos ceñidos a su lecho,
a todos los lechos tejidos en sueños,
a todos los sueños henchidos de besos
a todos los besos.
Hay un muro de ojos que miran,
desde la quietud de sus memorias polvorientas,
ojos que sin mí no miran más y sin embargo,
buscan los pasos a veces estáticos sobre un mismo lugar.